Hay un sistema estatal para vigilar y controlar argentinos

26.08.2015 a las 19:02 hs 815 0



El autor de Espiados (Planeta), explica en esta entrevista los alcances de su investigación periodística sobre el submundo secreto de la maquinaria estatal –nacional y en las provincias- creada para controlar y vigilar a los ciudadanos argentinos. Un fenómeno que se ha agudizado en los años de gobiernos kirchneristas.

¿Cuáles son las principales revelaciones de su investigación para Espiados?

Lo más importante que revela mi libro es que existe un sistema muy articulado de vigilancia de las personas por parte del gobierno, que está desarrollado por muchos elementos, integrados entre sí, y que responden a una vocación de poder y de entender el poder a través de la acumulación de información de los ciudadanos. Esa información sirve al gobierno nacional y a los gobiernos provinciales como una herramienta para eventualmente seducir a los ciudadanos, manejarlos, coimearlos, controlarlos o apretarlos con veladas amenazas, con alguna pregunta que los comprometa en público, conociendo sus puntos débiles, sus gustos, sus pasiones, sus debilidades. El libro da cuenta de algo que muchos suponíamos, pero que pensábamos que sólo sucedía a algunos empresarios, jueces o periodistas muy poderosos o famosos. No es así. El sistema de vigilancia estatal en realidad es muy vasto y apunta a toda la ciudadanía. En la actualidad, solamente en las fuerzas de seguridad oficiales, los cuerpos de inteligencia de las fuerzas específicas, hay 5.000 personas trabajando a nivel nacional, y eso sin contar a las provinciales, donde existen cuerpos propios que desarrollan actividades muy parecidas a la Stasi, la policía secreta de la ex Alemania Oriental.

A esos organismos oficiales hay que sumarles el personal de otros organismos del Estado que deberían trabajar en otra cosa, pero que como manejan información muy sensible, también se dedican a inteligencia: la AFIP, la IGJ, la UIF, Anses, por poner unos ejemplos. Hay muchos organismos que tienen información muy sensible de sociedades comerciales, asociaciones y personas físicas, y que por ley debería ser secreta, reservada e inaccesible, que se utiliza para vigilar y apretar a los ciudadanos. En el libro muestro los detalles de cómo se seleccionó y se utilizó en varias dependencias oficiales un archivo con información de mil empresas, con sus balances, lugares de constitución, qué otros organismos podrían controlarlas, etc.

¿Ese sistema de información estatal también incluyó al Proyecto X?

Claro. En uno de los anexos del libro publicó el listado de todas las organizaciones que fueron espiadas por el Proyecto X, que estaba a cargo de Gendarmería Nacional. Ese proyecto se conoció gracias a que Myriam Bregman y otros abogados de organizaciones sociales y políticas comenzaron a encontrar en causas judiciales informes que justificaban encausamientos y procesamientos, y que no respondían más que a partes de inteligencia elaborados por Gendarmería, ilegales bajo todo punto de vista. El listado incluye a organizaciones de alcance nacional y también de las provincias, y es impresionante porque abarcan desde grupos de vecinos que reclaman por la iluminación de un barrio hasta comisiones internas de Pymes, todos objetivos sobre los cuales los gendarmes recogían información, la clasificaban y la cargaban en un programa. Programa al que la entonces ministra Nilda Garré denominó software, pero que en realidad se trataba de un programa muy complejo para hacer espionaje, accesible por los gendarmes de todo el país, para cargar los datos de la gente a la que espiaban.

A su entender, ¿cuánto de este sistema que describe es prexistente a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y cuánto aporta directamente el kirchnerismo?

La Secretaría de Inteligencia del Estado (Side, hoy Agencia Federal de Inteligencia) desde hace mucho tiempo se utiliza para el espionaje político. Eso es prexistente al kirchnerismo desde hace mucho tiempo. La novedad que traen los gobiernos kirchneristas, que vienen de una estructura provincial muy fuerte de control y vigilancia, es una concepción sistémica de la vigilancia ciudadana, a la cual le aportan mucho dinero, gente, recursos y equipos cada vez más sofisticados.

Un ejemplo que cuento en el libro da cuenta de este estilo: En el año 2006 la AFIP inaugura un sistema más avanzado de cruce de datos. Los directivos llaman al entonces presidente Néstor Kirchner, para mostrarle el funcionamiento del nuevo sistema. Kirchner se sienta frente a una terminal de computador y como un chico en Disney empieza a revisar la información vinculada a nombres de empresarios, políticos, jueces y periodistas. Me cuentan que estaba enloquecido, y que no podía creer la información valiosa que tenía en sus manos. Su idea era clara: esa información era de suma importancia cuando se reunía con alguien, y él la utilizaba como una forma de amedrentar o advertirle a su interlocutor que estaba al tanto de las propiedades que tenía, los fondos que manejaba, etc.

Esa utilización de la información en forma sistémica aumentó claramente en este gobierno. Pero pasó otra cosa más, que fue configurando algo que actualmente tenemos, y que es muy peligroso: al principio Kirchner se apoyaba mucho en la Side, de ahí viene la consagración de Jaime Stiuso como director general de operaciones; pero después por desconfianza o por intentar generar otra estructura de control y vigilancia, empieza a alimentar a Gendarmería, con equipos, recursos, el mencionado Proyecto X, etc.; y después viene el Ejército, de la mano del ex Jefe de Estado Mayor General César Milani. Para destronar a Stiuso, tuvieron que armar algo más fuerte, una estructura que pueda competir. Y ahí es donde estamos, donde el propio Estado no sabe si tiene el control de los organismos que se dedican a la vigilancia y el control.

¿De qué manera el estado utiliza la información reservada de los ciudadanos?

Hasta el gobierno de Néstor Kirchner el uso de este tipo de información era más bien reservado, podríamos decir que era controlado y no de uso público. El cambio que se produce con Cristina Fernández es el uso descarado y desenfrenado de la información, casi como un escrache de estado a los ciudadanos. La característica es el uso de esa información en dosis muy particulares, para hacerle sentir a una persona (sea quien sea) todo el peso del estado, para que se calle. Uno de los ejemplos que menciono en el libro es el comentario que hizo la propia presidenta de la Nación en 2012, en medio de una cadena nacional, sobre aquél abuelo “amarrete” que no había podido comprar 10 dólares para regalarle a sus nietos. Otro ejemplo paradigmático, y que también menciono, fue el del empleado de la inmobiliaria Toselli, que en un recuadro de una nota en Clarín, dio su testimonio sobre las dificultades para vender propiedades tras el cepo al dólar. No fue más que eso, un simple comentario. Y que la presidenta lo señaló con nombre y apellido también en cadena nacional diciendo que debía sus declaraciones.

Estos son ejemplos conocidos, pero pasa a todo nivel. Si alguien participa activamente en las redes sociales, con críticas al gobierno, no es extraño que le “caiga” la Afip. “Ojo, que te cae la Afip”, ya se transformó en una frase reiterada, de advertencia. Ese organismo dispone de más de 20 regímenes de información diferentes, entre personas, empresas y organizaciones, con lo cual es un banco de datos muy importante en manos del Estado. Otra fuente de información es la tarjeta SUBE, que permite al estado contar con información sobre los movimientos y horarios de los habitantes de Buenos Aires.

¿Cómo fue hacer esa investigación sobre temas tan sensibles en momentos donde escasea la información pública?

Fue muy difícil. En estos temas se nota como nunca la falta de acceso a la información oficial. Para obtener la mayor cantidad de datos de los organismos oficiales tuve que meterme dentro de las fuerzas de seguridad, y obtener muchos testimonios orales. Por eso pude contar en detalle, por ejemplo, cómo trabajan los “plumas”, que son los más de 1.000 espías que la Policía Federal tiene en todo el país. Esos testimonios me fueron permitiendo llegar a datos más concretos, que no están accesibles a través de la información oficial.

Otra cosa que pasó con la investigación fue encontrar que a partir de entender el mecanismo como un sistema, se le da mucho valor a información suelta, a la luz de este prisma. Por ejemplo el proyecto Sistema Federal de Identificación Biométrica para la Seguridad (SIBIOS), poco conocido por la gente, que es una gran base de datos dactilares y faciales de los argentinos, y que ahora está avanzando en un programa de identificación y registro de voces. Es el cuerpo humano como base de datos del Estado.

* Por Andrés D'Alessandro

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